Sabino solía bailar tras la barra mientras preparaba los cafés en London Wall. Los clientes, que siempre andan con prisa por la zona de Moorgate, gruñían si su porridge no humeaba lo justo, si a su té les sobraba medio dedo de leche o si les daba el día y punto. Mis principios en Londres no fueron sencillos, y por más que traté de salir de aquella cafetería que parecía blindada al mundo exterior, nada cambiaba. Nada cambiaba hasta que un día lo hizo, y lo hizo gracias a Kay.
Kay apareció en mi vida como lo hacen todas las personas importantes: por casualidad. Por suerte. Cuando digo que conseguir un trabajo cualificado en un país extranjero es complicado, no exagero. De hecho, es lo que los ingleses llaman un understatement. Fueron miles los currículums que envié, decenas las conversaciones telefónicas en las que literalmente la pifié. Me mudé a Londres sin hablar más inglés que el del colegio, y aunque nadie parecía pasar por alto mis atropellados intentos por parecer fluent en las entrevistas, alguien decidió hacerlo un día. Y, otra vez, esa fue Kay.
Kay no solo vio algo en mí durante aquella entrevista, sino que en los meses que le siguieron se comprometió a supervisar mi trabajo y decidió, al poco de estar yo en mi puesto, ponerme en un programa de formación para la dirección de proyectos. Donde yo solo veía ambición y ganas, ella dibujó un camino, estructuró mis esfuerzos y me dio la confianza que necesitaba para convertirme en lo que me he convertido, en lo que aún me sigo convirtiendo.
«¡Enarbolad la bandera de la igualdad, mujeres! ¡Luchad por vuestros derechos y contad con mi leal colaboración!». Louisa May Alcott, Mujercitas
Los datos indican que muchas menos mujeres reciben formación por parte de sus empresas que los hombres en las mismas posiciones. También reciben menos mentoría y coaching y, a pesar de lo que podamos imaginar, esto no ocurre solo en una dirección: no solo las empresas ofrecen menos oportunidades a las mujeres, sino que estas mismas mujeres buscan activamente menos mentores de lo que lo hacen los hombres. La discriminación, y esto no me cansaré de repetirlo, se internaliza.
Esos datos, de hecho, son aplastantes: a muchas menos mujeres en puestos de dirección se les pide que sean mentoras profesionales y muchas menos mujeres con ambiciones profesionales plantean la opción de buscar una mentora que las ayude a encontrar su camino.
Quizá esto explique el hecho de que menos del 5% de los CEOs del mundo sean mujeres. Menos del 5%. Habrá quien me diga que esto es porque las cosas están cambiando, que la brecha salarial también cambiará, que en unos años todo tendrá otro color, y yo tendré que contestarles que por desgracia no es así, que los estudios sugieren que puede que nos lleve 118 años cambiar la situación.
Aunque también esos mismos estudios nos cuentan que los programas de mentoría, de coaching, de formación específicos para mujeres pueden acelerar el proceso, y yo siento que, como muchas otras mujeres, soy la prueba de eso. No solo Kay ha sido mi mentora estos años: el resto de las directoras en mi oficina cuentan con mucha más experiencia que yo y siempre siempre siempre han sido generosas con su conocimiento; mi supervisora clínica, que me escucha y me orienta; mis hermanas mayores, mi madre. Mis amigas, mi querida Virginia Woolf, el resto de mis escritoras de cabecera, mi agente.
Espido Freire me dio hace justo un año el mejor consejo que podría haber recibido de alguien de su categoría. «Paciencia —me dijo—, humildad y autoestima». Cada día me lo repito con religiosidad cuando pierdo el camino, y cada vez que alguien más novata que yo me pide un consejo, trato de hacerle honor a todo lo que me han enseñado y comparto con generosidad lo que aprendo durante el proceso.
Hace falta que nos tendamos una mano. Pienso que hay mucha gente que saca beneficio de hacernos creer que somos enemigas, que no nos gustamos, que dos mujeres en una habitación instintivamente compiten. Pero esa es la mentira más grande de todas, y es que así ganan los que ganan siempre, porque esas mismas personas saben que si divides, vencerás.
«Existe un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres». Madeleine Albright
Así que hoy lanzo un mensaje que espero que os llegue a muchas: aprended a pedir ayuda, pero ayudad también. En estos años, gracias a mi esfuerzo y a toda la ayuda que he recibido en cada uno de mis pasos, he ido cumpliendo grandes sueños personales y profesionales, y cada vez tengo más claro que una da lo que recibe, y que lo que una recibe, lo debe dar.
Desde entonces he ayudado a muchas mujeres que han venido a Londres tan perdidas como yo lo hice, que quieren montar proyectos personales y profesionales; mujeres creativas, mujeres artistas o que quieren escribir libros y se encuentran con dudas. También a mujeres que han perdido la voz, que se preguntan cuál es su lugar en el mundo, que buscan respuestas a preguntas difíciles, que necesitan volver a empezar.
He hecho de ello mi profesión, mi pasión y mi misión en la vida: a través de mis libros como escritora, de mi trabajo como psicóloga, como directora de formación y como coach de mujeres.
Yo quiero ser parte de este cambio que quiero ver en el mundo y quiero que tú también te unas. Porque es lo justo y lo correcto y lo que tenemos que hacer todas, pero también por egoísmo puro, porque si tú también te unes, la realidad es esta: solo podemos seguir ganando.
Con amor,
MF
Derrochas brillantez absoluta en esta entrada, María. Felicidades. Felicidades de todo corazón por ser como eres y saber transmitir tan bien esa actitud de superación constante tan necesaria para conseguir nuestros objetivos y vivir con la mayor plenitud posible. Y gracias, gracias por aportar tanto y tanto con cada una de tus publicaciones. Un abrazo enorme.
Hola, Berta.
No sé cómo se me había pasado este comentario, un millón de gracias, con lectoras como tú da gusto sentarme a escribir 🙂
MF
Este aporte maravilloso me hizo recordar un tratado absolutamente fantástico escrito por una colega suya: la psicóloga Clarissa Pinkola Estés, titulado “Mujeres que corren con lobos”, en el que explica cómo las mujeres en sus más profundos orígenes sobreviven como lo hacen las manadas de lobas: en cooperación mutua y recíproca. Es sencillamente fantástica la comparación. Y es bien cierto lo que usted apunta sobre la forma en que el sistema nos quiere divididas, en franca competencia y rivalidad, y que algo o alguien en definitiva se tiene que estar viendo favorecido con tal invención, pues son muchos los esfuerzos por perpetuarla. Creo que necesitamos implantar esta idea desde la infancia, que las niñas aprendan una nueva forma de interactuar, que las empodere pero no para competir, sino para cooperar, para que se superen ellas mismas y desarrollen todo su potencial, pero apartadas de esa concepción errónea de rivalidad que tanto daño nos ha hecho por generaciones y generaciones. De nuevo un millón de gracias por su valioso aporte.
Hola, Gaby.
Me ha encantado leer tu mensaje. La idea de que se nos eduque en la cooperación y no en la rivalidad va en contra directo del sistema en el que ahora mismo vivimos, pero no veo por qué no podemos creer que algún día estará al alcance de nuestras manos. Con las revoluciones feministas de este siglo y el anterior algo fundamental ha cambiado, y la sororidad se ha erigido como uno de los grandes bastiones sobre los que cimentar una nueva manera de relacionarnos.
Creo que somos muchas las que lo necesitamos y las que estamos dispuestas a recorrer juntas el camino del cambio.
Un abrazo grande,
MF
Me encantó el escrito, real y preciso. Soy Mentora y acompaño a mujeres a fortalecer su liderazgo. Tengo más de 30 años de trabajar en ambientes corporativos, y puedo escribir sin dudarlo que este ha sido mi trabajo más retador y más satisfactorio. En cada proceso aprendo más yo que ellas, se crea un ambiente de complicidad, limpio de malas intenciones donde logras encontrar la esencia verdadera de otro ser humano. No hay juicios, no hay competencia; solo es. e sentimiento inconfundible de amor al prójimo, creyendo confiadamente que ese nuevo ser humano devolverá a otro su descubrimiento.
Un abrazo
Hola, Hellen.
Bienvenida.
Enhorabuena por ese trabajo tan importante. Necesitamos a muchas más mujeres líderes y es estupendo ver cómo tantas estamos sumándonos a la causa y luchando por hacerlo posible.
Me hace feliz lo que comentas. Existe el estereotipo patriarcal de que las mujeres, cuando nos unimos, es para ponernos zancadillas, y nada más lejos de la realidad. Yo, como tú cuentas también, llevo toda una vida trabajando en ambientes no mixtos y he tenido una experiencia maravillosa.
Un abrazo y de nuevo, enhorabuena por tu trabajo.
Estoy aquí si me necesitas.
MF