El compromiso creativo o compromiso con la creatividad ha cambiado mi forma de entender el mundo que me rodea. Los «no puedo» se han convertido en «aún no sé cómo hacerlo», los «me asusta» en «poco a poco encontraré cómo afrontarlo». Y esto de una forma muy sencilla. Entra, que te lo cuento.
Hace un año que me establecí como meta el escribir un post cada semana. Aquella era una meta ambiciosa para un novato, y además de ambiciosa, aterradora, por todo un poco: venir cada semana a exponerme, hablar de algo que yo siempre pensaba no iba a interesar a nadie, contar con que cada semana tendría una idea.
Hace, como os digo, solo un año de aquello. Hoy por hoy no solo he doblado el volumen de publicaciones sino que, además, el resto de mi mundo creativo ha crecido cada semana conmigo sin más restricciones: he generado contenido de sobra para el cajón de sastre, he escrito para otros blogs, he planeado mis novelas y todo lo que traen consigo. He subido contenido a las diferentes redes de forma regular, he mantenido los ojos bien abiertos para enseñaros fotos bonitas por instagram, he procurado tener siempre bajo la manga una historia jugosa para podérosla contar.
Pero si alguien me hubiera dicho hace un año que el pozo de las ideas es, y de verdad que lo es, infinito, yo no me lo hubiera creído. Yo, a la que entrar en pánico le suponía poco más que no conocer al dedillo el mapa de ruta de cada tarea, he encontrado en el compromiso creativo una herramienta de lo más terapéutica.
El compromiso creativo supone, como imagináis, un compromiso con la tarea de crear de forma constante, un no abandonarnos a la desidia en la espera de esa gran idea que vendrá con las musas cuando a las musas les parezca. El compromiso creativo es, por el contrario, una actitud en todo proactiva: supone encender el botón creativo y vivir con él en carne viva.
Si algo me ha enseñado esto, que me ha enseñado y me sigue enseñando mucho es que, confiar en que a uno, llegado el momento, se le encenderá la bombilla, es andar sobre arenas movedizas. El secreto es saber que la creatividad es un músculo y que el compromiso firme, como todo en esta vida, es el alimento perfecto.
Cuando comienzas a escribir un libro, un artículo, una entrada en un blog, luchas con la ansiedad de la incertidumbre. Pero el compromiso creativo, ese compromiso de llegar a puerto, hace que sigas picando piedra, a veces por caminos insospechados, pero sin darte más opciones que esa. Otras veces supone algo menos glamouroso pero igual de importante: si quieres seguir escribiendo a buen ritmo, debes aceptar que no todo lo que escribas va a ser una obra de arte.
Pienso que, este gesto que pareciera simple pero no lo es en nada, ha cambiado mi vida, mis relaciones, las conexiones en mi cerebro: comprometerse a caminar sin saber cuál es el camino oxigena zonas de tu cerebro que probablemente tenías dormidas.
También el compromiso creativo te enseña algo sobre el compromiso en otros ámbitos: ser flexible está en el centro del propio concepto. Rigidez y creatividad son enemigos íntimos, y exige cierta destreza el aprender a diferenciar qué abandonas por pura pereza (apagaste el botón, dejaste de sacarle horas al teclado) y aquello a lo que, por el motivo que sea, no llegas. La creatividad es un botón que puede estar siempre encendido, pero el producto de ese compromiso creativo no está siempre al alcance de nuestra mano. Las ideas necesitan de digestión, de cierta masticación previa. Así que el compromiso creativo también te enseña algo sobre la flexibilidad. Aprendes a conocerte: sabes que cuando no puedes, no puedes.
Ya sabéis cuánto odio los consejos. Lo que a mí me sirve, puede que a vosotros no. Por eso lo tiro al viento y el que quiera que abra los brazos, me siento más cómoda con eso. Sea como sea, aquí va lo que pienso: comprométete a crear. Un libro de recetas, un canal bonito de instagram, un blog sobre bebés. Un cuadro a base de acuarelas, una nueva decoración para el salón de tu casa, una canción para tu pareja. Un diario que comienzas justo hoy. Una pulsera de hilos. Una casa de muñecas. Qué sé yo. Lo que sea. Y no lo hagas una vez, hazlo mucho, presiona con fuerza el interruptor cada vez que notes que te tiembla. Ponte una meta cada semana y cúmplela de un zarpazo, por más que cueste.
Y aunque yo no me atrevo a darte consejos, sí creo que debes escuchar el de Matute. Ella puede dar tantos consejos como quiera, que para eso se ha ganado el derecho:
El que no inventa, no vive. Ana María Matute.
Hazme caso, haznos caso. Comprométete a crear. Inventa. Vive.
Tu vida puede darse la vuelta gracias a eso en solo un año. Se puede. Te lo prometo.
A mí me ha pasado.
Con amor,
MF
Deja una respuesta