Desde mi anterior newsletter me habéis honrado con multitud de consultas. Me habéis enviado vuestras dudas, vuestras aspiraciones, algunos de vuestros miedos incluso. Gracias a las que lo habéis hecho, os agradezco infinito la confianza.
A las que aún no enviasteis vuestra consulta, recuerda que puedes hacerlo uniéndote a la newsletter.
Debido a mi imposibilidad de contestaros a todas con la extensión que el formato de la newsletter nos regala, he pensado que una bonita manera de poder responder a más consultas será el hacerlo a través de mi cuenta de Instagram.
En Instagram (puedes acceder a mi Instagram desde aquí) abro El Consultorio de manera regular al menos una vez a la semana, así que si veis que vuestra consulta no ha sido escogida para ser contestada en la newsletter, venid a hacérmela allí y no os deis por vencidas. La inmediatez que nos ofrecen las redes sociales me hace más sencillo poder alcanzaros a todas o a casi todas.
Como os prometí, hoy abrimos las puertas de El Consultorio por primera vez.
Pasa, siéntate. Ponte cómoda.
Pienso que la consulta de la que hoy hablamos puede resonarnos a todas.
Empezamos.
Inés, de 39 años, entró a El Consultorio con la siguiente historia:
«¿Cómo saber que estás haciendo con tu vida personal lo que querías o si te has dejado arrastrar por la inercia y la comodidad?»
Aunque de primeras es un mensaje escueto y con lo que podría parecer poca información, Inés nos dice todo lo que necesitamos saber para conectar con su situación. Utiliza palabras precisas y con peso como arrastrar, inercia o comodidad, que nos llevan instantáneamente a entender a lo que se refiere y a poder ponernos en su piel por un momento.
Todas, absolutamente todas hemos tenido esta duda alguna vez, bien sea en el terreno laboral, en el terreno de las relaciones amorosas, o en nuestros proyectos más personales.
Por eso, Inés, esto va para ti, pero también para todas:
Tu consulta es muy legítima, por eso antes de empezar a desmenuzar me gustaría proponerte que le concedas espacio a esa duda. Entiendo que ya lo has hecho y de ahí que me escribas, pero pienso necesario e importante recordarnos que tenemos derecho a dudar. A sentir que igual no estamos donde queremos estar, que igual no nos hemos convertido en las versiones en las que nos querríamos haber convertido.
El hábito de parar y conectar para reevaluar es un hábito sagrado. Nos permite sentir qué pasa dentro y tomar consciencia de si nuestra vida se dirige al lugar al que queremos que lo haga. En Inglaterra lo implanté como hábito al comienzo de cada clase con mis alumnas. Lo llamábamos ´Checking in´: un par de minutos en la que cada una compartía, mientras las demás escuchábamos, como se sentía ese día. Qué sencillo y qué complicado.
Hablas de inercia y comodidad. Al leerte, me viene a la cabeza el concepto de zona de confort del que tanto oímos hablar estos días. Pienso en cómo hemos asociado la comodidad (un concepto que uno tendría como inicialmente positivo) con ideas que nos traen visos de pobreza mental o falta de ambición personal. Creo que debemos desterrar estas versiones y problematizar con precisión de dónde nos viene esta manera de entender el mundo.
Al contrario de lo que podríamos pensar, el simple hecho de que estas preocupaciones se presenten no tiene necesariamente por qué ser indicativo de nada. No quiere por qué implicar el que así sea: que te hayas dejado arrastrar por la inercia y la comodidad y no estés donde debas estar. Estamos permanentemente bombardeadas por mensajes alrededor de las infinitas posibilidades de lo que podríamos haber sido. Las redes sociales con sus imágenes perfectas nos hacen comparar nuestros entre bastidores con la puesta en escena de los otros. Una no puede más que preocuparse por pensar si no podría ser todo siempre más y mejor, lo que inevitablemente se convierte en fuente de angustia. Hay tantas opciones, tantas vidas que podríamos haber escogido, tantas versiones de nosotras mismas.
Tanta libertad.
Esta es la crisis de la libertad de la que habla el brillante Byung-Chul Han en su maravilloso ensayo ´Psicopolítica´. En él, dice:
«Vivimos una fase histórica especial en la que la libertad misma da lugar a coacciones. La libertad del poder hacer genera incluso más coacciones que el disciplinario deber. El deber tiene un límite. El poder, por el contrario, no tiene ninguno».
Esta es una reflexión necesaria y muy a tener en cuenta antes de entender de dónde vienen nuestras dudas. Pero quisiera acabar con algo que puede ayudarte. Algo que pueda de veras hacerte conectar contigo y dar respuesta precisa a tu pregunta inicial.
«¿Cómo saber que estás haciendo con tu vida personal lo que querías o si te has dejado arrastrar por la inercia y la comodidad?»
Sería buena idea que hagas tu ´checking in´ y escuches tus emociones. Son siempre la mejor guía. Esta mañana yo me he levantado, he aprovechado que Santiago se dormía su primera siesta para preparar un buen café y sentarme corriendo a escribirte, Inés. Me he sentido cargada de energía, útil, feliz de aportarte a ti y con sensación de paz. También he notado cierta inseguridad al comenzar a enfocar este caso, pero el hecho de que algo nos guste o nos haga feliz no implica que todas las emociones que nos suscite sean positivas. Es normal que nos sintamos un poco bien y un poco mal en casi todas las actividades que realizamos a lo largo de nuestra vida, las emociones puras (100% buenas o 100% malas) son una rara avis.
Pero he sabido que estaba haciendo lo que debía porque esto me acerca más a los valores que considero importantes en mi vida. Me hacen sentir bien hoy y también en el largo plazo me ponen en el camino de lo que quiero ser, del tipo de mujer y de psicóloga que me quiero ver siendo.
Así que esa es quizá la pregunta que te debes hacer ahora, Inés. Piensa en cómo te sientes cuando comienzas tu trabajo cada mañana, cómo te sientes al volver a casa. Practícalo por varios días y toma buena nota mental de todo. Y no olvides preguntarte dónde vas a estar si cada día haces lo que hiciste hoy en cinco años. ¿Está eso alineado con lo que te importa? ¿Te va eso a convertir en el tipo de persona, de mujer, de profesional que quieres ser, que quieres verte siendo?
Recuerda que la vida se construye desde el futuro. Una piensa en dónde quiere estar (que no es pregunta pequeña) y diseña un plan paso a paso hasta el momento presente. Piensa en cómo poner hoy el primer ladrillo de ese puente. Uno es siempre suficiente. Quizá ese ladrillo haya sido este.
Te deseo mucha suerte, Inés.
Y con esto acabamos.
Recuerda que El Consultorio no es un espacio clínico del que esperar intervenciones psicoterapéuticas, y que esto no sustituye una consulta con un profesional.
Ahora me gustaría pediros que también vosotras participaseis. Podéis dar vuestros consejos, enviar vuestras palabras a Inés y formar parte de una conversación que puede enriquecernos a todas comentando aquí abajo de este post.
Gracias por comentar y compartir.
Nos leemos la semana que viene cuando vuelva a abrir las puertas de El Consultorio.
Hasta entonces, quereos mucho.
Con amor,
MF
PD: Si quieres enviarme tu pregunta para que la resolvamos en El Consultorio, puedes hacerlo apuntándote a la newsletter.
Gracias por tu newsletter, María. Creo que lo que comentas de las redes sociales y la moda de toda esta corriente inspiracional que tanto machaca la “zona de confort” hace que muchas de nosotras, como espectadoras, seamos aún más críticas con nosotras mismas y constantemente nos surjan dudas de si realmente estamos donde deberíamos estar.
Seguramente, más allá de las idílicas fotos de instagram y las frases motivadoras, todo el mundo está pasando por sus propias batallas internas, pero es cierto que a veces es muy difícil ver la luz y a mí, personalmente, también me cuesta mucho valorar mi “zona de confort” y ser más tolerante con mis dudas, quizá sea la percepción de que alguien con dudas no puede alcanzar el éxito. En todo caso, leerte es un alivio y ayuda mucho a comprendernos mejor, a ver que la mayoría pasamos por los mismos problemas y tenemos las mismas inseguridades y que entre todas podemos ayudarnos.
¡Un abrazo!
Hola, Mireia.
Muchas gracias por tus palabras, estoy segura de que también Inés las agradece.
Creo que justo eso que comentas, el ser más tolerantes con nuestras dudas, el ser capaces de hacerles espacio sin juzgar sea probablemente la clave. Más difícil de hacer que de decir, desde luego.
Mejor pensar en esto como una danza en la que permanentemente miramos, conectamos, reevaluamos, masticamos y vamos haciendo los ajustes permanentes.
Un abrazo grande y nos seguimos leyendo.
Abrazo grande,
MF