Llevo tres meses con La montaña mágica de Mann sobre la mesita de noche. La empiezo, leo veinte páginas, en esto que se enciende la luz del móvil con un aviso, acepto la ventana emergente y, mientras actualizo el Ios, vuelvo a Mann. Llevo otras diez avanzadas cuando vuelve el pantallazo que ilumina otra vez el cuarto: la actualización necesita ahora de mi pin.
Igual a alguno le suena. Meto el código pin, compruebo nada más por un segundo las nuevas funcionalidades en mi iPhone y solo me percato de no seguir entre las páginas de La montaña mágica cuando la falange de mi articulación derecha me avisa con un pequeño tirón de que lo he vuelto a hacer: estoy pasando contenidos del Facebook, el Instagram y el Pinterest de abajo a arriba como una posesa. Cierro el libro de Mann y me doy por vencida: ya mañana lo volveré a coger.
Para reducir lo infinito a lo finito, lo inasequible a lo humanamente real, no hay más que un camino: la concentración. Teophile Gautier.
Para alguien que siempre ha leído sin más esfuerzo, el intrusismo que suponen las nuevas tecnologías en nuestra atención más íntima es, por decir poco, preocupante. No diré que he dejado de leer, solo en las últimas cuatro semanas me he leído cinco libros, pero confesaré algo, el nivel de empeño que le pongo es más consciente del que, en el pasado, necesitaba ser. Los libros lentos, largos o más pesados de leer me cuestan cada día más, incluso una entrada de más de setecientas palabras de un post de un blog cualquiera me frena los pies.
Ahora, cuando queremos aprender algo, el formato imperante es el del vídeo. La información que adquirimos a través de él es multidimensional y directa, no hay procesamiento de por medio, no hay masticación por nuestra parte. ¿Nos hemos vuelto unos vagos?
No quiere decir que no leamos ahora, probablemente lo hagamos más de lo que lo hayamos hecho nunca, pero es la forma de leer la que ha cambiado, influenciada inevitablemente por esta atención de cristal a la que nos ha entrenado el youtube y los smartphones: leemos en diagonal, buscamos la negrita, convirtiéndonos sin remedio en bottom line readers.
El impacto en la literatura es evidente. Ahora es necesario un ritmo trepidante en la trama, en los personajes, y la tendencia en número de páginas es también clara: vuelven las novelas breves.
El auténtico arte de la memoria es el arte de la atención. Samuel Johnson.
Hace no mucho leí que el uso indiscriminado de smartphones en nuestras vidas produce cambios fisiológicos en nuestro cerebro (léelo aquí). Personalmente, me preocupa mucho ver cómo mi capacidad de concentración se ha visto afectada por estos aparatejos. Y una vez que lo piensas, tiene sentido. La luz, el sonido, el refuerzo. No hace falta saber mucho de Pavlov para sumar dos más dos y ver a dónde nos va llevando todo esto.
He mirado el móvil más de tres veces solo mientras redactaba esta entrada. Más de tres veces. En seiscientas palabras.
Así que me he propuesto un reto. He recordado que al comenzar el año, una de las grandes cosas que quise reinsertar (seamos sinceros, insertar) en mi vida fue la idea de vivir más lento, más consciente (lee aquí la importancia de vivir consciente). Y entiendo que el uso indiscriminado —e indisciplinado— de mi iPhone correlaciona de manera negativa con ese intento. De modo que mi reto consiste en aprender a tolerar la angustia de vivir con el teléfono apagado: perderle el miedo a la necesidad de actualización constante, salir de la trampa de la conexión —que no es más que desconexión— permanente.
Y tú, ¿has pensado alguna vez en todo esto?, ¿sientes que las nuevas tecnologías están dinamitando tu atención sostenida?, ¿te cuesta más concentrarte de lo que te costaba antes?
Con amor,
MF
¡Hola! María. Acabo de terminar de leer tu libro, Azul Capitana. Cuánto he disfrutado. Me encanta el uso tan personal que haces del lenguaje. Y el contenido me ha emocionado.
Tienes que venir a Dos Hermanas y presentarnos tus obras a tus paisanos. Estoy flipada con la Capitana y deseando leer el de los nudos. También deseando conocerte.
Un abrazo fuerte y ¡ENHORABUENA!
Mª José
Hola, María José:
Qué bonito lo que me dices, no sabes cuánto me alegro de que te haya gustado Azul Capitana; lo escribí con mucho cariño y no deja de impresionarme recibir vuestros mensajes.
Un abrazo grande y un millón de gracias 🙂
MF.