Me he liado. Qué os puedo decir. Se me han superpuesto los días los unos sobre los otros y, cuando me he querido dar cuenta, se me abalanzaba encima el final de la semana. Pero como lo prometido es deuda, aquí estoy cumpliendo con mi cita semanal con vosotros.
Como sabéis, ando estos días disfrutando de la luna de miel y de mi recién estrenado marido. Vamos de ciudaden ciudad, de pueblo en pueblo, al volante de nuestro coche alquilado y con Florence and The Machine poniendo la banda sonora a estos kilómetros (there is a drumming noise inside my head).
En el momento en el que escribo este post hace justo una semana que me casé. Aunque soy de compartir mucho, esta parte de mi historia la guardaré con el recelo del que tiene un tesoro escondido. Os diré que fue una boda llena de mariscos, albariños, niños corriendo y una novia sin blanco. Una boda con poca tradición pero con mucha familia. Si me preguntáis, y a riesgo de convertirme en quien nunca quise ser, os diré que fue una boda perfecta.
Tras el reposo y con la resaca de las emociones fuertes, cambiamos el hotel del Grove por el de Santiago. Una vez allí paseamos por la Rúa do Franco y abrazamos al Apóstol como manda la leyenda, con la particularidad de que tuvimos que subir dos veces hasta averiguar que el Apóstol estaba de espaldas. Aquella tarde, y como anécdota que formará parte de nuestro peregrinaje, visitamos un convento de clausura en el que una monja octogenaria nos invitó a una galleta y a una magdalena cocinadas directamente en el cielo. Ya nunca más querremos cupcakes.
De Santiago a Noia: un pueblecito precioso donde tuvimos la suerte de ver en primera línea la recogida del marisco. De vuelta a la ciudad y antes de partir, la parada de rigor en el Hostal de los Reyes Católicos con su tarta de Santiago incluida. Esto, como ya habréis adivinado, va de comer con vistas.
Si Galicia superó con creces todas nuestras expectativas, Asturias se nos instalaría en el corazón para los restos. A pocos metros de la entrada de Gijón ya nos costaba quitarnos de encima la sensación de estar volviendo a casa, una casa que nunca habíamos visto, una casa en la que jamás habíamos estado, pero al fin y al cabo, casa. Gijón nos ha calado hasta el punto de parar a comprobar el precio de la vivienda y las opciones de empleo. Hemos quedado prendados de la amabilidad de sus gentes y de su paraíso verde. Comer en el restaurante premiado con la mejor fabada del mundo y degustar la mejor sidrería de la zona tampoco nos lo ha puesto más fácil.
El segundo día lo reservamos, con total acierto, a Lastres: parada estrella de este viaje. La suerte nos ha bendecido en este viaje con tanta fuerza que en pleno inicio del Otoño nos pudimos dar un baño en su playa con toda una cala de agua cristalina para mi marido (dejadme que lo repita: marido-marido-marido) y para mí.
La última parada de Asturias se la guardábamos a Oviedo, donde después de comer en casa Conrado hicimos parada obligada en la librería Cervantes, que cuenta con varios premios que la sitúan entre las mejores de nuestro país. Hice acopio de víveres e invertimos el resto de la tarde en despedir Gijón con un sentido hasta luego.
Y ahora os escribo, literalmente, camino a Santander. Gonzalo conduce este coche azul improvisado que refleja a la perfección el mood de este viaje. Florence and The Machine nos guiña un ojo mientras canta que los dog days are over y yo sonrío, porque sé que aún nos queda un poco más.
Una semana casados y yo celebro en mi vida el sentido completo de la palabra gracias. Dicen los sabios que uno de los grandes componentes de la felicidad es la capacidad de agradecimiento y hoy no puedo estar más de acuerdo. Tengo tanto y tan bueno que a veces pienso que ya no queda más, que si hasta aquí llego solo me queda dar gracias por todo.
En fin, aún nos quedan unos días de luna de miel y cientos de recuerdos nuevos que dibujar. Alejandra Olivares, la protagonista de mi nueva novela, se me sigue apareciendo en cada esquina con cada nueva historia que vivo y Elisa, el personaje principal de Un nudo tras otro, viaja ya conmigo siempre de la mano.
La semana que viene os terminaré de contar: de cómo nos deportaron a Inglaterra con carga extra por sobrepeso y nos tiraron rodando en la bodega del avión.
Y vosotros, contadme: ¿Dónde pasasteis vuestra luna de miel?, ¿alguna recomendación por Cantabria y por el País Vasco, que es lo que nos queda?
Con amor,
MF
Me ha hecho gracia cómo visualizas tu deportación a Inglaterra. En cuanto al País Vasco tenemos un eslogan que dice “etorri eta goza ezazu” “ven y disfrútalo “.
Creo que te va a gustar tanto como Asturias… Yo intentaría visitar las tres capitales Bilbo Donostia y Gasteiz casi no hay distancia entre ellas pero rincones hay miles.
El Casco Viejo medieval de Vitoria-Gasteiz es…único y no deberías dejar de visitar nuestra catedral vieja “abierta por obras” y visitar la escultura a Ken Follet. Infórmate un poco por internet que seguro que te engancha
Hola Esther,
Cuánto me gusta el vasco y qué difícil me resulta, de momento hoy he estado practicando el gracias y el felicidades. Mañana igual estoy más valiente 🙂
El jueves volamos de vuelta a Inglaterra, así que desgraciadamente no vamos a tener espacio para más, y nos queda tanto por ver… Me lo quedo de excusa para volver muy pronto y conocer el resto de este rincón maravilloso.
Un abrazo,
María.