Pongamos que sabes qué es el éxito para ti, que tienes una imagen clara de lo que te importa y de lo que eso implica. Sobre esa base construimos esta entrada, así que hoy en lugar de contarte qué puedes hacer para llegar allí, te explico algo aún mejor: qué hacer para estar allí siempre.
Vale. O casi siempre.
Cómo tener éxito siempre es un título estupendo que hace maravillas con el SEO, aunque tú y yo sabemos que no es más que una falacia, ¿puede acaso alguien tener éxito siempre? Desde luego que no, al menos si entendemos el éxito desde una perspectiva puramente estática. Una montaña al final de un camino, una cima muy alta a la que subimos con esfuerzo y sudor y lágrimas y que, una vez arriba, damos por conquistada para los restos.
Pero lo cierto es que yo no entiendo así el éxito, y puede que tú tampoco. Y aunque hemos quedado en que en esta entrada no íbamos a teorizar, al menos no demasiado, sobre el concepto propio del éxito (tan personal, tan único), entiendo importante sentar la base sobre lo que vendrá adelante en las siguientes líneas de este texto.
Antes de seguir leyendo, espera un momento
Estoy escribiendo esta entrada mientras escucho Claro de luna de Debussy, en esta ocasión toca James Rhodes, que es aquel tipo que escribió un libro llamado Instrumental y que, valga la pena mencionar, debe ser el libro que más me han recomendado en los últimos dos años. Y que aún no me he leído. Hay nubes espesas en la ventana, están justo en la ventana, o al menos lo parecen, y tienen sombras muy graciosas en las blandas separaciones entre unas y otras. Me encanta escribir sobre las nubes, lo hago en todos mis libros. He sentido un alivio enorme al poner el iPhone en modo avión y sentarme sobre el teclado, he soltado todo el aire de golpe y era un aire tan pesado que debo haber perdido un par de kilos, aún mi estómago conserva la forma de haber llevado dentro ese globo. Y no, esto no es importante, pero quería que estuvieras conmigo mientras te hablo del éxito, y pensé que el compartirlo haría que estuviésemos más cerca mientras te lo cuento.
El éxito es el camino y no la meta
Te decía que pienso que el éxito no tiene mucho que ver con el final de un camino, y que si tuviese que ver con eso se convertiría en algo más parecido a un castigo que a un regalo, ¿es que alguien en su sano juicio querría llegar al final de algo que en principio es bueno? Seguro que sí. La gente en su sano juicio hace cosas extrañísimas. Pero sigamos desanudando.
El éxito es el camino, eso lo tengo claro, y voy a tratar de convencerte para que no pienses lo contrario. Para hacerlo vamos a sacar a colación los valores, de los que ya hemos hablado otras veces (sabrás de qué hablo si te has descargado el regalo que te di al apuntarte a la newsletter), de cómo una puede asegurarse —o al menos comprar muchas papeletas— una vida plena justo así: cultivando los valores de aquello que nos importa, y justo al practicarlos cada día es que nuestra vida se vuelve exitosa. Es exitosa mientras los practicas. No antes, no después. Es en el aquí y en el ahora que el éxito se manifiesta en nuestra vida.
Soy muy de ejemplos. Pongamos uno. Digamos que como escritora no alcanzo el éxito —ojo con esta expresión, un día lo alcanzo y después… después llega la ladera por la que me escurro sin más remedio—; decía que como escritora no alcanzo el éxito por publicar una novela con Pinguin Random House (por pedir, pidamos), sino por caminar el camino del escritor, por vivir feliz mientras feliz escribo, mientras cultivo los valores de aquello que me importa. Mientras dedico tiempo cada día a aquello que hace que mi vida tenga sentido, mientras me acerco con mi esfuerzo y mi práctica a aquella persona que me hace más yo, más en sintonía con mis pasiones, con mis valores.
Y eso no quiere decir que no podamos dirigir nuestros resultados a una meta en concreta. Y que el día que la consigamos —que la alcancemos—, sabremos que podemos seguir trabajando en ello, que después de esa vendrá, quizá, otra, pero que es a ese trabajo diario al que enlazamos nuestra sensación de éxito. Y que cuando aún no hemos conseguido algo por lo que llevamos esforzándonos un tiempo, solo tenemos que recordarnos la teoría del poder del todavía, que nos dice que no es que no lo hayamos conseguido, es que no lo hemos conseguido todavía.
El poder del todavía
El poder del todavía contiene la creencia implícita de que aún podemos mejorar —¿no es esa una forma estupenda de vivir la vida?—. De que si seguimos trabajando en aquello en lo que queremos obtener mejores resultados, incrementamos las posibilidades de que algún día lo consigamos. Y así, palabrita de psicóloga, es como podemos tener éxito siempre.
Poner el móvil en modo avión y escribir se parece un montón a lo que yo entiendo por éxito. Sentir que si sigo haciéndolo, si sigo sentándome junto a esta ventana que hoy tiene nubes y otros días no, llegaré a ver mis libros publicados en Pinguin y distribuidos en todos los aeropuertos es justo de lo que va el éxito. Y que sí, que igual no lo he conseguido y que igual no llego a conseguirlo mientras tenga tiempo y fuerzas para trabajar en esto, pero hay cosas que están fuera del control de una. Lo que está en mi mano por seguro es esto: mi esfuerzo diario, el cultivar mis valores y el caminar en la dirección correcta. Y en el camino, disfrutar, y cuando vuelve a la mente la meta, recordar que no es que no lo haya conseguido, es que no lo he conseguido todavía. Porque sé que es esa palabra y no otra la que separa a aquellos que viven una vida exitosa de aquellos que se quedan en el intento.
Que la vida es siempre todavía. Que no lo digo yo, lo dijo Machado, y él sabía mucho mejor que yo lo que decía. Hoy es siempre todavía.
Con amor,
MF
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