Hace varias semanas que no escribo en el blog, y si os digo que lo he echado de menos, os prometo que me quedo corta. Pensé que sería un alivio parar, no os miento, que me relajaría la idea de abandonar mi cita semanal y así tomar un respiro, poder de esa manera centrarme en mis otros compromisos, pero la realidad ha resultado estar lejos de eso.
Veréis. Cómo lo explico. Irme no me ha supuesto ningún respiro. Necesité distancia para aclararme y caer en la cuenta de que a mí lo que me supone un respiro es venir aquí y hablaros, sentarme un rato con vosotros y contaros. Cualquier cosa, pero de cualquier modo sentir que ese hilo del que sujetamos cada uno un extremo sigue con la tensión adecuada, que yo no tengo la mano lacia, que desde el otro lado nadie aprieta en exceso, o quizá al revés, lo contrario. No solo eso. Llegué más allá en mi reflexión estos días. Es que si esto deja de suponerme un respiro, pues más me vale hacerme a la idea de que ha llegado el momento: no queda más que apagar las luces y echarle las sábanas por encima a los muebles, coger las bártulos y partir lejos, muy lejos, donde nadie pueda verme ni alcanzarme.
Pero aún con todas, yo necesitaba un tiempo. Por muchas razones, pero sobre todo porque los cambios exigen perspectiva, y hay cierta perspectiva que, como ya sabéis, solo te la concede el tiempo. La web llevaba meses gritándome que algo no iba conmigo, que un noséqué —un nosabíaqué, para ser más fieles a la realidad— no encajaba, y la notaba sobre la piel como un traje mal cosido al cuerpo, con la manga derecha a diferente altura de la izquierda, el pecho descolocado, la cinturilla apretada y mal sujeta. Al principio, por eso de que estaba mirando desde demasiado cerca, no le cogía la temperatura al asunto. Ha sido al pasar las fiestas cuando me he dado cuenta de que irme y esperar que las cosas se resuelvan solas nunca surte efecto (nota mental: María, para 2017 trata de recordar esto).
Y es por ello que he vuelto. He retirado las divisiones artificiales de esta página: Recursos para escritores y Psicología práctica. Yo no soy ni una ni otra, y si bien responden a una división más marketiniana que otra cosa, no van conmigo. Yo no soy mitad psicóloga y mitad escritora —de ocho a tres doy consejos y de cuatro a nueve, los escribo—, lo mío no es el tono docente ni el formativo. Necesitaba volver a sacar la mano por la ventanilla y sentirme libre. Como en la foto.
De modo que en un empeño de ser real y cruda y honesta con vosotros y conmigo misma, he cambiado ciertas cosas. La evolución de esto, que no es más que mi propio proyecto creativo, debe sentirse como un ligero vestido de gasa al andar y no como una camisa de fuerza con las mangas de esparto, y pienso que después de los cambios que he hecho y los que vienen por el camino, puedo volver a pasar de una indumentaria a la otra sin más duelo. Es curioso lo que a veces podemos conseguir con un pequeño cambio. Con muy poco, en serio (aquí otra nota mental, María). Ahora siento que sí, que he ajustado las velas para que el barco navegue otra vez en la dirección natural del viento.
Pues vuelvo. Vuelvo a venir cada semana y a sentarme con vosotros. Vuelvo los domingos a vuestro correo mientras os tomáis el primer café; vuelvo a los orígenes que de alguna forma pienso que había ido perdiendo.
«La originalidad es la vuelta a los orígenes». Antonio Gaudí.
Y qué si no es esto el camino: andar, correr, tropezar, caer, mirar atrás y volver a levantar el paso. Y así una, otra, una y otra vez. Tengo muchos proyectos en marcha, muchas nuevas cosas que estoy haciendo. Muchos puntos de luz intensa en el horizonte de este nuevo año. Y me apetece contároslo todo, me apetece compartirlo y vivirlo con vosotros, con todos los que me leéis, con esta familia que era pequeñita y que ya no lo es tanto.
Acabamos aquí. O mejor, comenzamos. Que empieza un nuevo año, y si el 2016 fue el tiempo en el que decidí quién quería ser y cómo, tengo esperanza de que el 2017 suponga no menos que el terreno sobre el que cimentar y construir todos esos cambios que tanto me ha costado dibujar en mi mente. Os deseo lo mismo a vosotros: a los que estabais en situación parecida a la mía, que este año os traiga claridad y disciplina, que son las dos cosas que a mí me han supuesto el mayor regalo. A los que ya han pasado por esto, os deseo constancia y suerte. No olvidemos que la suerte también juega un papel muy importante en esto. Y para todos, lo clásico, lo que todos queremos, lo que siempre necesitamos; lo de siempre: amor, trabajo, salud, dinero.
Familia, lo del año pasado no nos vale. Coged vuestra lista de objetivos nuevos, agarraos los machos. 2016 ya se ha ido, así que borrón y cuenta nueva.
No perdáis ni un minuto, que 2017 va a pasar volando.
Con amor,
MF
Deja una respuesta